La ciudad de Babilonia pertenecía a un reino de igual nombre, ubicado en la Mesopotamia, a orillas del río Eufrates, en la actual Iraq. Data del año 2500 a.C. y fue el rey Nabucodonosor II (605 a.C. – 562 a.C.) el culpable de llenar la ciudad de esplendor, una pieza importante eran los Jardines Colgantes de Babilonia. Se dice que el rey mandó construir estos jardines como regalo a su mujer, y le devolviera a la mente el terreno escarpado de su tierra, a diferencia del llano predominante en Babilonia. La disposición de los jardines se hacía por terrazas, compuestas por grandes bloques de rocas que resistían la humedad y erosión. Una vez construida la estructura se acomodó esta para el jardín, se dispuso la tierra necesaria y se comenzó a plantar la vegetación: árboles, arbustos, enredaderas, diversas plantas con y sin flores… Y algo que nunca debe faltar en un jardín, el riego. Fue una tarea difícil, diseñar un sistema de riego para esta estructura en aquellos tiempos, consistía en una noria que transportaba el agua desde los pozos hasta las zonas de riego. Fue poco el tiempo que tardaron los árboles y demás vegetación en acaparar todas las zonas de las terrazas.
Cuando los persas invadieron la ciudad, mermó el esplendor de esta y como consiguiente el esplendor de dichos jardines, siendo finalmente destruidos en invasiones posteriores.
De todos modos la historia no está demasiado clara, y no se puede afirmar con rotundidad que estos jardines existieran, es cierto que se han encontrado numerosos restos que podrían haber pertenecido a esta construcción, pero también es posible que no se hubiera llegado a terminar. Tampoco se conoce bien la exactitud de su emplazamiento, ya que algunos defienden que estuvo a orillas del río, mientras otros que estuvo más alejada, esto y la complejidad de los sistemas de riego ponen en duda que se llegara a conseguir tan esplendorosa obra. Aunque sí es verdad que hay muchas historias que hablan sobre los Jardines Colgantes de Babilonia, existieran o no, están incluidos en las siete maravillas del mundo antiguo. Una vez más se demuestra la ambición y el trabajo en aquellos tiempos, y las espectaculares obras que podían llegar a conseguir con herramientas de trabajo muy inferiores a las que actualmente disponemos.